Muy pocos rosados parecen transcender esa invisible barrera que les separa de los grandes blancos y tintos del mundo. Considerado siempre como un vino estival y sencillo para consumir frío y en grandes cantidades, solo algunas bodegas han invertido el tiempo y los recursos necesarios en elaborar un rosado que pueda competir con los grandes blancos y tintos del mundo.
La mayoría de estas bodegas se encuentran en La Provenza y si hay que destacar la labor de una es la de Clos Cibonne. La bodega, que cuenta con más de 200 años de historia, esta situada al sur de la Provenza en Le Pradet, equidistante entre Marsella y Saint Tropez. Los viñedos se encuentran a escasos 800 metros del mar Mediterráneo y forman parte de las dieciocho fincas clasificadas como Cru Classé; la designación mas importante dentro de la clasificación territorial de los vinos de Côtes de Provence. También es la finca más meridional de la clasificación ya que la mayoría se encuentran sumidas entre las colinas de los Alpes Marítimos con climas muy distintos. Aunque lo que hace aún más distintivo a esta bodega es su empeño en la recuperación de la variedad tibouren, una variedad de difícil cultivo originaria de la región de Liguria que milagrosamente sobrevivió a la filoxera. En 1930 André Roux, al heredar la finca, modernizó la bodega con la intención de elevar la calidad de sus vinos. Afín a la tibouren, André fue recuperando las pocas cepas que fue encontrando y replantando los viñedos de monastrell con las mejores cepas de tibouren. Hoy en día Clos Cibonne es sinónimo de tibouren y la identidad de esta bodega familiar esta tejida por el legado de André, el buen hacer y sobre todo por esta misteriosa e impredecible variedad. Los vinos son fermentados en acero inoxidable y posteriormente criados, bajo un fino velo de flor conocido como fleurette, en los mismos viejos fudres que instaló André hace casi 100 años. Son rosados profundos y con carácter que hacen reflexionar pero sin dejar de ser un rosado.
