Los pasos que han jalonado la trayectoria de Domaine de la Pépière han estado guiados por una constante búsqueda de calidad. Con Marc Olliver al mando, la bodega situada en Maisdon sur Sèvre fue una de las pioneras en empezar a vendimiar a mano, embotellar según las diferencias de suelo, utilizar levaduras autóctonas y realizar extensas crianzas sobre sus lías, prácticas que no estaban muy extendidas en aquel momento en la región.
Hoy están a cargo de la bodega Rémi Branger -procedente del pueblo cercano de Pépière- y Gwénaëlle Croix, que en 2011 consiguieron la certificación de agricultura biológica para los viñedos y desde 2015 trabajan en biodinámica. Desde su creación, el domaine se ha ido ampliando con parcelas escogidas por su originalidad y su calidad. Actualmente posee cerca de 42 hectáreas, de las que 39 son de muscadet y las 3 restantes están dedicadas a variedades tintas: cabernet franc, côt (o malbec) y un poco de merlot.
La mayoría de sus viñedos, plantados hace más de 30 años, se sitúan a lo largo del rio Meine y están plantados en suelos que varían entre granitos y gneiss. En bodega, todas las fermentaciones son espontáneas y no se utiliza barrica. Las crianzas, así como las fermentaciones, se llevan a cabo en fibra y en depósitos de cemento laminados con baldosas que sólo se encuentran en Italia. Sus vinos de parcela, Clisson y Châteu-Thebaud, permanecen en estos depósitos hasta 24 meses y muestran una gran capacidad de envejecimiento.
La singularidad de Domaine de la Pépière reside en la atención que le ha dedicado desde el principio de su proyecto a la variedad local -melon de Bourgogne- para que expresase todo su potencial en la región. En el Loira Atlántico los vinos de Muscadet siempre han sido conocidos por ser ligeros y uniformes, fáciles de consumir. Y, de hecho, Pépière procede de la antigua palabra francesa “pépie”, que significaba “sed”.
