Telmo Rodríguez y Pablo Eguzkiza llegaron a Rueda en el año 1996 llevando consigo su filosofía de trabajo, basada en una apuesta decidida por el viñedo autóctono que ya les había llevado a Navarra y los Arribes del Duero. Pretendían hacer un vino blanco que se vendiera y lo consiguieron descartando la mezcla con variedades foráneas. En un lugar y un momento en los que estaba muy extendida la utilización de “variedades mejorantes” como la sauvignon blanc para complementar la verdejo, ellos hicieron su primer vino de Rueda con verdejo y algo de viura.
En el año 2008, coincidiendo con el boom comercial de esta denominación de origen y la generalización de vinos de esta zona en los que se notaba demasiada intervención en bodega -que desdibuja el carácter de la uva autóctona- se hicieron la pregunta: ¿a qué sabe un verdejo?. Buscando la respuesta, empezaron a buscar viñas interesantes en distintos sitios y finalmente se quedaron en la zona clásica de Rueda: un terreno de cascajo clásico, entre La Seca y Serrada, de viñas viejas en terrazas fluviales, con suelo rojizo, con viñedo en vaso y una altitud de entre 700 y 800 metros.
De allí elaboraron un vino con una premisa: que su origen claro fuera la uva, cien por cien verdejo, en el que no se notara la mano del técnico en bodega. La uva se prensa sin despalillar y el vino fermenta espontáneamente, con levaduras indígenas. La crianza se lleva a cabo en distintos recipientes: barricas, fudres, de hormigón, inoxidable, cristal… en los que permanece entre 8 y 9 meses; todo para restar importancia a la tecnología y que el vino no quede marcado por nada que no sea su lugar de procedencia.
Un gran esfuerzo de elaboración para una producción relativamente pequeña: de la bodega salen entorno a 9.000 botellas de El Transistor. Un vino que supone prácticamente un homenaje a la zona. El Transistor devuelve a Rueda lo que sus viñedos autóctonos ofrecen, y en el que lo más tecnológico es su nombre, inspirado por el aparato que permanecía encendido en la viña por las noches para ahuyentar a los jabalíes que frecuentan la zona y que éstos no se comieran las uvas.
© Imágenes Jason Orton