Con motivo del 150 aniversario de Domaine Ponsot, fuimos invitados el pasado miércoles a visitar su preciosa bodega y compartir con ellos una velada única y excepcional, en la que el disfrute era el principal protagonista junto con los grandes vinos que pudimos beber. Además, nos hizo sentir muy agradecidos de haber podido formar parte de su historia desde hace más de seis años, ya que trabajar rodeados de personas tan amables y generosas no solo es un placer, sino que en la filosofía de Alma es algo imprescindible.
Antes de hablar de los vinos que tuvimos oportunidad de probar durante la celebración vamos a hacer un breve repaso por la historia de esta centenaria bodega, para poder comprender mejor cómo y por qué Domaine Ponsot sigue siendo una bodega familiar, que se ha ganado la reputación de ser una de las propiedades más inusuales de Borgoña, por los vinos que produce, de gran profundidad, pureza y belleza.
150 años de historia
Todo comienza en 1872, cuando William Ponsot compró una finca vinícola en Morey-Saint-Denis, donde estableció su casa. Desde entonces, han pasado más de cuatro generaciones y 150 años, pero la familia sigue centrada en continuar agrandando el legado de William, quien comenzó trabajando los viñedos de Clos de la Roche, Clos de Monts-Luisants y Charmes Chambertin. Durante la celebración pudimos probar diferentes añadas de estos vinos y comprendimos porque decidió quedarse allí a vivir.
El sobrino de William, Hippolyte Ponsot, se hizo cargo del Domaine en 1920 y se encargó de ampliar el tamaño de los viñedos de la familia, también de comenzar a embotellar toda la producción dentro de la propia bodega, algo que era muy poco común en la época. Hippolyte, también fue uno de los fundadores de la Appellation d’Origine Contrôlée (AOC) que establece la clasificación desde 1936 en Borgoña.
Cuando se retiró, fue su hijo Jean-Marie quien se hizo cargo de la bodega. Fue uno de los pioneros en utilizar y desarrollar la selección clonal en Borgoña a principios de los 60. Hoy en día, los mejores clones de pinot noir siguen procediendo de las cepas madres que plantó en 1954 en sus viñedos de Clos de la Roche.
Durante los años próximos, la bodega continúo incrementando su producción cultivando en nuevas parcelas (Chambolle-Musigny, Chambertin, Latricières-Chambertin, Gevrey Chambertin y Chapelle Chambertin) gracias a los contratos de aparcería, con los que se comprometían a devolver a los dueños de los viñedos parte de la cosecha embotellada como pago, y también, gracias a la herencia de Jacqueline Ponsot, la mujer de Jean-Marie.
En 1981 Laurent Ponsot comenzó a trabajar junto a su padre y se convirtió en director de la bodega. Él, estableció un sistema de ventas con el que internacionalizaron su distribución a 44 países, también impuso un cambio en la filosofía de la bodega con el que buscaba obtener siempre la mayor autenticidad posible, respetando el terroir y la uva. Laurent también continuó haciendo uso de los contratos de aparcería para incorporar nuevas cuvées a la bodega. Actualmente, con las 22 ha de viñedo que tiene la bodega producen 16 vinos, de los cuales diez son grand cru (17 ha) y dos 1er cru (3 ha). En 2017 Laurent dejó la bodega familiar para embarcarse en un proyecto personal que ya muchos conoceréis y desde entonces es Rose-Marie, junto a Alexandre Abel, quienes dirigen esta bodega.
“Pressée de Centenaire” Morey-Saint-Denis Clos Des Monts Luisants
Durante el 150 aniversario de Domaine Ponsot, la generosidad y la elegancia que caracterizan a esta familia fueron dos de los hilos conductores que guiaron la celebración. En ella, pudimos probar varios vinos únicos, que llevan guardando durante muchos años para una ocasión tan especial esta.
En primer lugar, tuvimos la oportunidad de abrir una edición especial de uno de sus 1er cru, Pressée de Centenaire Morey-Saint-Denis Clos Des Monts Luisants. Este vino es un millésime del 2011 elaborado a partir de aligoté. Domaine ponsot es el único elaborador con un viñedo de esta uva clasificado como Premier Cru y además, es el único Premier Cru blanco de la Côte de Nuits. Clos des Monts Luisants, que literalmente significa las colinas doradas, por el color de las hojas del viñedo, es viñedo de 5 ha plantado en 1911 con aligoté doré. Para rememorar los 100 años que han pasado desde la plantación de aquel viñedo se elaboró este vino que destaca por su acidez y sus matices dulces y cítricos, además tiene gran madurez y complejidad que alcanza después de los dos años que envejece en barrica de roble francés usado. El vino se embotella sin clarificar y tampoco se realiza una fermentación maloláctica.
Esta parcela y los vinos que produce, tienen una gran capacidad de guarda y de evolución como pudimos comprobar en las botellas de la añada 2003 que se abrieron. El año 2003 se recuerda como uno muy caluroso y en general, un año bastante atípico para la mayoría de las zonas en Borgoña. Las condiciones climatológicas no fueron sencillas, la primavera fue temprana y se produjeron diversas heladas y tormentas de granizo, además, el verano fue muy seco y por ello, solo algunas parcelas se libraron de los peores efectos del calor, los viñedos más viejos y orientados al Este fueron los que menos sufrieron. En consecuencia, la prensa especializada y los aficionados al vino como nosotros, creímos desde un primer momento que el año había sido demasiado cálido y que los vinos iban a evolucionar de peor forma de la que lo han hecho realmente. Solo los mejores productores de Borgoña defendieron desde el principio que esta añada iba a ser muy importante en el futuro. Los años han dado la razón a aquellos que creyeron en que los vinos del 2003 iban a ser muy especiales y característicos de Borgoña, aquellos que tenían fe en que evolucionarían de manera especial estaban en lo cierto, y la verdad, es que esta añada aún tiene mucho por decir y continuará mejorando en los próximos años. Las mejores bodegas como Domaine Ponsot produjeron grandes vinos, impresionantes y afrutados como demuestra este Morey-Saint-Denis Clos Des Monts Luisants 1er Cru, que tiene los taninos más fundidos que el de 2011, pero mantiene toda su frescura y acidez.
Clos de la Roche Grand Cru
Como no podía ser de otra manera, tampoco faltaron botellas del viñedo más emblemático de Domaine Ponsot, Clos de la Roche. Actualmente, la bodega posee tres de las cuatro hectáreas que formaban esta denominación en sus orígenes. Se cree que el nombre proviene de la topografía del clos, ya que está sobre la roca, aunque existe otra hipótesis que plantea la existencia de un monumento megalítico en el mismo lugar.
Clos de la Roche es el viñedo más grande con la categoría Grand Cru que hay en el pueblo de Morey-Saint-Denis en la región de Côte de Nuits de Borgoña. La añada de 1996 fue en general un año excelente, las uvas maduraron a temperaturas moderadas y las noches frescas ayudaron a conservar la acidez de la uva. La cosecha fue abundante y sana y los vinos que se produjeron en ella, como pudimos comprobar el miércoles, son dignos de guarda y admiración.
La añada de 2017 también ha sido clasificada como una de las mejores para los borgoñas clásicos, que destapan con los años los grandes vinos que se hicieron. Gozó de una climatología muy similar a la de 1996, en general fue un año de temperaturas moderadas y una de las ultimas añadas frías que ha habido. Este vino, sin duda se mostraba más brillante y profundo de lo esperado, teniendo en cuenta su juventud en comparación al de 1996, lo que trasmite un sentimiento muy esperanzador acerca de la capacidad de evolución de esta añada, que puede convertirse en una de las mejores de la década y de la que podemos esperar vinos muy elegantes, de gran complejidad y una acidez muy fresca, como suele suceder en las añadas más frías de Borgoña.
Chapelle Chambertin Grand Cru
La grandeza de los vinos del año 2003 la volvimos a comprobar en el Chapelle Chambertin Grand Cru, que proviene de una parcela diminuta que fue plantada en 1990 sobre suelos calcáreos muy poco profundos. Al igual que la mayoría de los vinos de Domaine Ponsot, el vino envejece durante 18 meses en barricas de roble que ya han sido usadas durante 5 añadas. La del 2003, como ya hemos mencionado antes, fue una de las añadas más calurosas del siglo y aunque la cosecha comenzó en agosto en casi todas las denominaciones, la cosecha tardía que caracteriza a Chambertin fue clave para permitir que el vino alcanzara la acidez deseada, sin sacrificar la madurez de la uva y sin necesidad de añadir ácido tartárico en bodega, como sucedió en otras partes de Borgoña. Como dice Jasper Morris “esta añada, sin duda ha perjudicado a los vinos tintos y muchos de ellos han caído durante los primeros años después del embotellado” pero no es el caso de este Chapelle Chambertin Grand Cru del 2003, que continúa evolucionando y permite discernir las peculiaridades del terroir y la uva más allá de las notas cálidas que se atribuyen a la climatología.